martes, 10 de septiembre de 2019

Licencia


Licencia



¿De qué me viene esta licencia?

Si no existen las casualidades, ¿qué aprendo de todo esto?

 Hay una nota. Un suave, casi imperceptible pinchazo. A veces es escozor. A veces, ardor. Como el cigarrillo sobre un muslo diana.

Y es esa nota, esa diminuta alarma imposible de ignorar. El fuckin´ Pepito Grillo del que tan bien nos ha hablado la pseudocultura infantil que nos vendió Walt Disney, dando el salto del negocio al “legado para la Humanidad” posando su enorme y destructiva pata en el texto del autor italiano Carlo Collodi.

En Pinoccio, se trabaja en profundidad la condición humana. La marioneta de madera se transforma en persona de carne y hueso al final de la obra.  Tras haber vivido, sufrido, aprendido, trascendido.

Pues, Pepito Grillo. Es una metáfora chotísima, taxonómica, racionalista y demasiado alegórica. Dale.

La vida del ser humane tiene muchos más matices que una vocecita diciéndonos qué debemos hacer y qué no. Porque eso sería aplastarnos. Condenarnos a la mente. Entregarnos a ella sin defensa de ningún tipo. Es creer inocentemente que la mente es algo positivo. Y entonces. La vida se vive y se decide desde ahí. Desde la inmaculada mente.

Pero. En realidad.

Pinoccio tiene muchos otros tonos. Pinoccio pierde las cuerdas al hacerse de carne y hueso. Porque ha crecido. Porque ha dejado de escuchar vocecitas (internas y externas) y ha empezado a sentir otro tipo de señales.

Ahora sabe qué le da tranquilidad. Y entonces sabe volver a ese lugar.

Sabe enraizarse y no entrega su paz, su calma interior.

Caras, respuestas, miradas, ausencias, culpas, paciencias, silencios, reclamos, corridas, preocupaciones económicas –siempre las preocupaciones económicas-, la salud, la Vida Misma.

Aunque despojada de toda su mitad. Esa a la que se accede solamente luchando por encontrarla.

Sí. Ya sé: la primera bocanada de aire. El sufrimiento inabarcable del nacimiento. Esa bofetada inaugural de puta realidad. Y, desde ahí, todo es un valle de lágrimas.

NO. Para nada. Ni ahí.

La vida es linda. Solo hay que vibrar donde se puede apreciar su belleza.

En otra sintonía sos tu mente. Soy mi mente. Y mi mente no es linda –no sé la tuya- si no me conecto conmigo misme.

Yo estoy adentro. Asustada. Enojada. Culpable. Sucia. Fea. Mala. Vergonzante.

De ese niñe interior hay que ocuparse. Regare. Mirarle. Mimarle. Abrazarle. Alimentarle.

Darle días de sol. Asegurarle picnics y amiguites para jugar.

Entonces.

Una vez que le heride niñe interior se haya repuesto un poco. Cuando la histérica descifre su síntoma y pueda volver a caminar.

Pues. Ahí sí.

Se puede intentar sostenerse allí. Aquí. Donde el tiempo es este. Donde nada ni nadie te arranca de acá. De tu esencia. De este estado de licencia. Licencia para encontrarte. Para acordarte. Para permitirte.

En fin.

Para sanarte.

De eso se trata. Siempre.



                                                                       Julieta Galliano


domingo, 1 de septiembre de 2019

se agota la añoranza


Me agoté de añorar.

La vida pasa

Mientras me siento a añorar

A pensar

A lamentar.

Pues.

Ahora lleno mi ventana.

La adorno con mis plantas

Que resisten el sol

Que bregan ante el secano.

Es que mis lágrimas riegan.

Mi dolor –el dolor- es puerta.

Duelen esos ojos

Que ensayan sus primeros desconsuelos.

Duele ver pasar el río

-que arrastra, que arremete,

que destruye, pero limpia-.

De todos modos:

No hay dique

Que detenga la reciedumbre

De mi alma aún viva

Sangrante, certera.



No se deja de dudar.

Se deja de sentir pena.

jueves, 22 de agosto de 2019

Remissum

Cada tanto tengo que acordarme
recordarme susurrarme
pajarocarpinterearmeen la cien
que soy Buena mina.
Me perdono un poquito
Me permito un chiquitín.
Soy la abuela que nunca tuve
una abuela tierna, amante
a la que no le debés nada
porque ya la ganaste desde cero.
Por un mínimo instante
Me enorgullezco de mí misma
de mis logros de mis consistencias
Me entrego una medalla
por mis tormentas
por mi decencia
Me indulto durante un tris
puesto que este gravamen es abrumador
Entonces
-porque un poquito parece que me quiero-
Porque a veces me veo de refilón
y me encuentro linda
divertida. merecedora.
abrazable. aplaudible.
Perdonable.
Pura humanidad lo mío.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Roma


Roma, suavidad pequeña,

es una niña segura

(a veces tiene penas).

Necesita que la quieran

-como todas las nenas-.

Su mamá la escucha atenta

cuando Romita está triste.

Si la nena se lamenta

palabras, miradas, besos,

así mamá le da fuerza.

Lo importante es que Romita

sepa que no estará sola,

sienta fuerte que la miran.

Pero no para prohibirla,

mas, para abrir sus alitas.

Roma vuela bien alto.

Papa, mamá y hermanita

la esperan allá abajo.

Despliegan sus suaves redes

para sostenerla bien fuerte

por si Romita teme.

Así, con cada día sabe

que es bueno animarse.

Nuestra Romita se abre,

se atreve, logra, puede,

de toda caída sale.

Por supuesto, ella sufre

y además es imparable.

Su poder es tan enorme,

su fuerza es inagotable.

Roma ama, siente, aprende,

se ríe, llora, colabora.

A Roma no la detienen,

se sabe capaz, cree en sí,

porque sus padres la quieren.

Nada más lindo en la vida

nada más sano, más fuerte,

Que forjar una autoestima.

Porque no hace falta nada más

para ser tu propia amiga:

ser querida, protegida,

aprender a andar erguida.

Roma al revés es Amor.

Ese nombre le da Poder.

Ese nombre es pura pasión.

Ella es tierra, es caudal,

es calor, es fuego, es flor

que muere y nace cada vez

tras recorrer algún dolor.

Roma sabe que aquí estamos

-papá, mamá, hermanita-

Sostenes de sus ensayos.

Ella prueba, juega, vive,

nosotros la abrazamos.

Así somos estos padres,

de ella, enamorados.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

mirarte a los ojos


Necesito mirarte a los ojos

Entrar en vos

Sumergirme en tu mirada

Recorrerte

Conocer cada órgano

Enredarme en tus tejidos

Quedarme un rato dentro tuyo

Sanarte. Sanar.

Observarte funcionar

Resolver

Insistir.

Sentir tu respiración

Vibrar a tu ritmo.

Puedo hacerlo desde aquí

Desde afuera.

Pero.

Necesito mirarte a los ojos

Y entrar en vos.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Blanco o negro

Blanco o negro
Creíste poder discernir
Te enseñaron a elegir
Te dijeron que había que llegar
Que tenías que alcanzar
Y quedarte allí
Cuidando
Valorando
Esperando
Pero qué?
Los jazmines 
Se vuelven amarillos
Las manos se sueltan
Se arrugan
Se secan
Por suerte hay primaveras
Y no podes esconder tus flores
Entonces
Los jazmines son blancos
Las manos se nutren
Con la leche de sus ramas
El aroma dulce y fresco 
De esa naturaleza tan tuya
Te invade
Te despierta
Te excita
Te recuerda
Que para estar vivo
Que para serte fiel
No tenés que vivir
En eternos otoños
Porque la fragancia
De los blancos jazmines
No te abandona jamás
Esta en tu centro
Para que lo traigas
Cuando necesites renacer
Cuando necesites saborear
La libertad
La honestidad
Para volver a caminar.

El viaje de Ulises


Querés entenderte.

Querés descubrirte.

Lo que pasa es que te da un poco de miedo.

Porque algunos viajes son tortuosos.

Otros, impredecibles.

De hecho.

El viaje de Ulises.

La metáfora de la vida del hombre.

La metáfora del qué hacer.

De la gran duda existencial.

A Ulises lo “dejaron” entrenar,

lo “dejaron” irse a pescar,

ensayar, jugar al fútbol,

-o lo que sea-.

Y después.

Ulises se aburría al volver.

Hay algo en Ulises:

Se manda cagadas

que le impiden el regreso a casa.

¿Por qué?

¿Qué ocurre allí

de lo que no quiere ocuparse?

¿Qué dilata

enfrentando al cíclope

con planteos obtusos?

¿Qué evade enamorando

a Circe y a Calypso?

Hay flor de quilombo en Ítaca.

Pero.

Él no decide volver

hasta que la cagó bien.

Su constante y profundo deseo

manifestado en su tristeza,

en su angustia

(¿será culpa?)

es Volver.

Reencontrarse con su esposa.

Reconocer a su hijo.

Volver a ver a su padre.

Así, todo junto.

Así, todo mezclado.

Como si fueran la misma cosa.

A su hijo,

dejó de verlo cuando era un bebé.

Ahora tiene 20 años.

Su esposa,

aún apetecible,

pero seca

aburrida

solitaria

gris.

Entre ellos quedan

vestigios de Pasión.

¿Será eso lo que le da miedo a Ulises?

Sin embargo.

Como el relato

debe ser catártico:

(para que el bobo ciudadano

no aprenda a mandarse mocos

para que todo siga

ordenadito e higiénico):

Ulises regresa

-tarde pero seguro-.

Ajusticia a los pretendientes

-todos garcas, y de los malos-.

Y retoma con vigor

su rol de hijo

padre

esposo

rey.

Un capo el tipo.

20 años de abandono.

Cuernos.

Ausencia.

Soledad.

Pero su rol social

amerita cualquier cosa.

Pobre Penélope.

(¡qué pelotuda!)

Esposa de violento.

Sumisa conciente.

Producto de época,

de cosmovisión.

Hoy.

Hoy Ulises no regresa

como en Odisea.

Hoy Ulises debe

repensarse en el camino.

Puede torcer el destino.

Puede decidir mejor.